AMOR SIN CONTRATO (NI SUBTÍTULOS)
- Mónica Roman

- 31 jul
- 4 Min. de lectura
CUANDO EL SILENCIO NO TRADUCE
Y EL AMOR NO FIRMA -Julio 2025
¿Sabes cuando todo con alguien parece ir sobre ruedas… hasta que no? Dices algo con doble fondo, él lo pilla literal, tú te mosqueas porque no lo ha entendido como “tenía que entenderlo”, y acabáis los dos mirando el techo en modo “¿pero qué coño acaba de pasar?”. Pues de eso va esto. De esas relaciones modernas, adultas, libres… tan libres que a veces se evaporan con una frase mal interpretada. Amor sin contrato. Sin subtítulos. Sin red. Y con mucha posibilidad de acabar haciéndote la terapeuta de ti misma/o por audio de WhatsApp.
“Sin subtítulos” me refiero a que no hay traductor emocional, no hay nota a pie de página que aclare lo que acaba de pasar. No hay nadie que diga “esto que acaba de soltar con voz de enfadada es en realidad un ‘hazme caso, porfa’”. Aquí todo se dice a pelo. Y se entiende (o se malentiende) como se puede. A veces con intuición. A veces con un lío monumental. Y por eso es tan bonito como peligroso.
La primera relación formal —la del pack completo: anillo, boda, hipoteca, suegros, cenas de Navidad con cuñado pesado y grupo de WhatsApp familiar— venía con estructura. Ahí sabías que, si discutías un poco, no pasaba nada. Había margen. Pero cuando después de eso te lanzas a una historia sin promesas eternas ni contratos, estás ahí porque quieres. Y eso suena súper libre… pero también da un vértigo que flipas.
Porque cuando estás casada/o, sabes que hay colchón. Puedes enfadarte, hacer un poco el show y todo sigue. Pero en una relación sin papeles ni promesas, una frase mal colocada puede parecer un “se acabó”. Y no sabes si se acabó de verdad o solo era un mal día. ¿Y quién lo aclara? Pues nadie, porque no hay subtítulos.
Y muchas —sí, muchas (me refiero a las mujeres)— somos de soltar un “ya está, no puedo más” esperando un abrazo. Pero claro, él lo toma en serio. Y se va. Y tú llorando, pensando “¿cómo puede ser tan frío?”, mientras él cree que está respetando tu voluntad. No es que no le importes. Es que os estáis hablando en idiomas distintos. Literal.
Y ya si hablamos de terceras relaciones… el margen de error es aún más ajustado. Ya no hay espacio para el drama romántico con lluvia de fondo. Aquí hay mochilas, historias pasadas, expectativas nuevas y una paciencia muy limitada para los malentendidos. Pero también, ojo, hay más verdad. Porque si se aprende a escuchar sin suponer, sin jugar al “a ver si se da cuenta”, estas relaciones pueden ser las más libres y bonitas de todas.
Pero eso sí: hay que dejar de jugar al adivino. Ni tú eres actriz de culebrón, ni él es un robot de instrucciones. A veces solo hace falta bajarle el drama al guion y subirle el volumen a la empatía. No hace falta entenderlo todo. Pero sí… al menos, hacer el esfuerzo de traducirse.
Y como esto no va solo de intuiciones, os dejo lo que dicen tres cerebritos que me dieron justo en el punto: pensar y decir... eureka
Paul Watzlawick. Psicólogo austriaco que soltó esta perla: “No se puede no comunicar”. Vamos, que hasta el silencio habla. El problema es que no todo el mundo sabe escuchar ese idioma.
Ejemplo: tú te callas porque estás dolida. Para ti es obvio: estás gritando por dentro. Para él, solo estás callada. Y él también se calla. Final del capítulo: tensión, dudas y drama por streaming.
Cuando no hay subtítulos, cada uno se monta su película. Y a veces no es ni del mismo género.
Byung-Chul Han. Filósofo surcoreano. De los que te suelta una frase y te deja pensando tres días. Dice que vivimos obsesionados con tenerlo todo claro, etiquetado, definido. Pero el amor no es un Excel. Es raro, cambiante, lleno de silencios incómodos y momentos que no sabes si son preciosos o un desastre.
Y tú quieres que te entiendan sin hablar… pero también quieres que te digan las cosas claras. ¿Entonces? Pues eso, Byung-Chul diría que no saberlo todo también es amar. Y que a veces, el misterio también tiene su rollito interesante.
Esther Perel. Terapeuta de parejas con más tablas que una mesa del Ikea. Escucha a parejas desde hace años decir cosas como “yo pensaba que lo sabía” o “se supone que lo notaría”. Spoiler: no, no se notó.
Hoy queremos que nuestra pareja lo sea todo: amante, colega, paño de lágrimas, fan número uno y lector de mente. Todo junto. Y gratis. Pero no funciona así.
Ejemplo: tú piensas que “estar juntos” significa hablar cada día. Él cree que, si no se dice lo contrario, todo va bien. Y ¡zas! malentendido, enfado, y ruptura con cara de “pero si no pasó nada”.
Esther lo dice clarito: si no se habla, se lía. Porque sin acuerdos, sin traductor emocional y sin subtítulos, el amor se pierde entre líneas.
Todos estamos un poco perdidos, sí.
Pero si hay ganas, se aprende a hablar sin rodeos, a preguntar sin vergüenza y a no montar películas con subtítulos inventados.
Porque no hace falta amor perfecto. Hace falta amor que se entienda.





Comentarios