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Sexualidad en la menopausia

ENTRE FRECUENCIAS DE RADIO Y CABELLOS QUE CAMBIAN -Septiembre 2025


Hablar de menopausia suele despertar temores, dudas o silencios. Durante mucho tiempo se nos enseñó a verla como un final: sofocos, sequedad, pérdida de deseo… como si la vida sexual se apagara de golpe. Pero la realidad es que la menopausia o postmenopausia no es un apagón: es una transformación.


Una metáfora sencilla lo explica bien: la sexualidad en la madurez se parece a una radio.


  • En la pre-menopausia, la señal empieza a fallar: interferencias, subidas y bajadas de volumen. Aun así, la música sigue sonando.

  • En la menopausia, parece que la emisora pierde cobertura. Aparecen silencios, ruidos, dificultades para encontrar el dial.

  • En la post-menopausia, llega la oportunidad de sintonizar de nuevo: elegir la emisora que de verdad nos gusta, ajustar el volumen y disfrutar de la música a nuestro propio ritmo.


👉 El cuerpo cambia de frecuencia, sí, pero nunca deja de emitir. La clave está en aprender a escuchar de otra manera.


Otra metáfora igualmente reveladora es la del pelo.


  • En la premenopausia aún lo sientes fuerte, brillante, como de anuncio, aunque empiezan los cambios hormonales y los primeros síntomas.

  • Cuando llega la menopausia, puede volverse más áspero, como escoba, y es el momento en que se confirma el cese de la menstruación.

  • Después, en la posmenopausia, el cuerpo termina de adaptarse, igual que el pelo, que se vuelve más lacio y fino. No significa que esté mal, significa que está en otra fase.


Es un tiempo de cambios: a veces incómodos, a veces liberadores. En este espacio vamos a poner sobre la mesa lo que se gana, lo que cuesta y cómo podemos vivir la sexualidad en nueva etapa.


Ahora bien, no podemos entender esta etapa comparándola con la juventud. Como señalan los expertos, cada etapa de la vida tiene sentido propio. Querer ser joven toda la vida es un disparate insostenible que solo genera ansiedad, angustia y rechazo de los cambios naturales. La menopausia no puede medirse con los ojos de los 20 años, porque lo que empieza aquí no es menos valioso, simplemente es diferente.


Mirada histórica y cultural:

La menopausia no siempre se ha vivido igual.


  • En comunidades mayas de Yucatán, los estudios muestran que apenas se mencionan los sofocos; lo que se destaca es el alivio de dejar de menstruar.

  • En Japón, las investigaciones de Margaret Lock evidencian que los síntomas como insomnio o palpitaciones no se convierten en el centro de la experiencia, porque culturalmente se interpreta como un proceso natural.

  • En cambio, en Occidente —Europa y Estados Unidos—, el discurso médico ha puesto el foco en lo biológico: la caída de estrógenos y progesterona, los sofocos, la sequedad, el riesgo de osteoporosis. Allí se ha popularizado la terapia hormonal sustitutiva, con estrógenos locales (óvulos, cremas, anillos) o tratamientos combinados de estrógeno y progesterona.


👉 Esta comparación nos recuerda que no todo depende del cuerpo: también influye la cultura, la mirada social y las herramientas de la medicina.


Los aportes de la psicología, la sexología y la ciencia:

El deseo sexual en la menopausia: de la teoría a la experiencia


Cuando hablamos de menopausia y deseo, no partimos de cero. La sexología ha ido afinando su mirada con distintos modelos que nos ayudan a comprender por qué el deseo cambia, pero no desaparece.


  • Masters y Johnson (1966) describieron la respuesta sexual en cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Su investigación fue revolucionaria porque demostró que las mujeres podían tener orgasmos múltiples y que el clítoris era clave en la respuesta sexual. Sin embargo, en este modelo clásico el deseo no tenía un lugar específico, y eso en la menopausia resulta limitante: muchas mujeres no se reconocen porque, aunque su cuerpo responda, el inicio no siempre es espontáneo.

  • Helen Kaplan (1977) añadió una pieza fundamental: el deseo como fase inicial. Gracias a ella, se entendió que a veces el problema no es la excitación física, sino que no arranca la chispa. En la menopausia, esto se nota especialmente: el cuerpo necesita más tiempo, más contexto, más estímulo emocional o relacional para que el deseo aparezca.

  • Rosemary Basson (2000) dio un paso más al proponer un modelo circular. Según ella, en muchas mujeres —y más aún en la madurez o en relaciones largas— el deseo no siempre está antes, sino que surge durante la interacción. Es decir, se empieza sin ganas, pero acariciar, besar, sentirse atendida o cuidada puede encender el deseo. En la menopausia este enfoque es clave: libera de la presión de “tener que tener ganas” y abre la puerta a una sexualidad más real y flexible.

  • Carlos Yela aporta otra mirada: placer, amor y género están entrelazados. La cultura nos ha cargado de mitos románticos —que si hay amor siempre habrá deseo, que la pasión no debe acabarse, que si no te buscan es porque ya no te quieren—. En la menopausia, esos mitos pesan más porque se mezclan con los cambios del cuerpo. Su propuesta es liberadora: aceptar que el deseo es psico-bio-social, que influyen las hormonas, sí, pero también la relación, la autoestima, la forma en que nos vinculamos.


El derecho al placer:

El catedrático Félix López insiste en que el placer es un derecho a lo largo de toda la vida. Critica que sigamos midiendo la sexualidad por parámetros de juventud y por la lógica coitocéntrica. Su propuesta es clara: dejar de pensar que la rapidez es sinónimo de intensidad. Como dice él, “¿quién ha dicho que se disfruta más corriendo que paseando?” En la madurez, el ritmo del cuerpo cambia, y lejos de ser un problema, es una invitación a saborear con calma, sin prisa y sin exigencias externas.


Herramientas para cuidar el cuerpo y el placer:

Aquí es donde la ciencia se une a la experiencia. La bajada de estrógenos provoca sequedad vaginal, molestias y riesgo de pérdida de calcio. Pero hay soluciones:


  • Lubricantes:

    • Los acuosos son ligeros, fáciles de limpiar y compatibles con preservativos.

    • Los de silicona duran más y son útiles en relaciones largas o en agua.

    • Los oleosos no se recomiendan con preservativos de látex porque pueden dañarlos.

  • Estrógenos locales: en forma de cremas, óvulos o anillos vaginales. Regeneran el tejido, devuelven la lubricación natural y reducen el dolor. Son seguros incluso en mujeres que no quieren o no pueden usar terapia hormonal sistémica.

  • Terapia combinada con progesterona: se recomienda cuando la mujer conserva el útero, porque la progesterona protege el endometrio de un crecimiento excesivo que podría darse si solo se usan estrógenos.

  • Ejercicios de Kegel: fortalecen el suelo pélvico, mejoran la sensibilidad y previenen pérdidas de orina.


👉 No se trata de medicalizar la menopausia, sino de usar herramientas inteligentes que nos permitan seguir disfrutando del cuerpo y del placer.


Nos han repetido que ‘úsalo o piérdelo’. Pero la sexualidad no es un músculo de gimnasio: es una forma de habitar el cuerpo. El placer no funciona con balances contables: no se mide en cantidad, sino en calidad, en cómo elegimos vivirlo. No se trata de perder, sino de transformar, de descubrir otros ritmos y otras maneras de sentir.

La sexualidad no se gasta: se reinventa.



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